Publicado originalmente en #FLUORBlog

Como marca, el engagement es el santo grial, conseguir que nuestros contenidos produzcan un impacto, un seguimiento, incluso una emoción en el público. Entendemos engagement por una audiencia totalmente entregada al momento, cautivada por la narración, olvidando por completo el contexto real, transportada a un mundo diferente al nuestro.

Este punto de engagement es algo que el storytelling provoca, ya que somos seres sociales que entendemos y aprendemos el mundo que nos rodea a través de cuentos y leyendas. Las historias nos atrapan, ya que sus personajes son creaciones complejas, llenas de recovecos entre los que nos perdemos. O bien los amamos, o bien los despreciamos, pero siempre sentimos alguna identificación que nos permite proyectarnos en ellos.

Hace años que está claro que el storytelling es un arma poderosa para las marcas, pero ¿por qué hay tanta reticencia a crear historias de marca? ¿Por qué cuando se realizan, algunas no funcionan tan bien como esperamos? La respuesta es clara: el conflicto. Las historias atractivas se basan en conflictos y las marcas, acostumbradas a dibujarse con la mejor imagen y la menor fricción posible, suelen crear historias poco conflictivas. A lo mejor sí saben pintarse como héroes del cómic que luchan contra un mal externo, sin embargo, los personajes que nos roban el corazón son aquellos con aristas, con oscuridades en el corazón y mucho conflicto interior.

Pero ha llegado un punto en que el storytelling ya no es suficiente. La hiperconexión y abundancia de contenidos ha devenido en un mar de historias que compiten por nuestra atención. Y el público que ha crecido en este maremágnum narrativo, ya no se conforma con el esquema clásico del viaje del héroe. El espectador de hoy quiere personajes intrincados, complejos, antihéroes… Y no solo quiere verlos, si no que quiere convertirse en ellos, ponerse en su piel para comprender los motivos de sus decisiones y sus acciones. Es aquí donde entra en juego la inmersión.

 

La inmersión favorece que nuestros seguidores puedan vivir una experiencia 360º, bien con tecnología inmersiva (como la realidad virtual), bien con narración inmersiva (como el transmedia storytelling) o bien con el espacio inmersivo (como el teatro inmersivo o la instalación interactiva). Todas estas dimensiones permiten que las marcas construyan experiencias memorables, que fundamenten relaciones auténticas de la marca con el individuo. Sin embargo, las marcas habrán de ser capaces de convertir la inmersión en un engagement duradero, para que estas oportunidades de participación no se queden en mero fuego de artificio. Los beneficios de una estrategia de storytelling inmersivo son exorbitados, pero una vez que le das capacidad de decisión a tus seguidores, ya no hay vuelta atrás. ¿Te atreves?